Aunque el crecimiento acostumbra a ser un objetivo de muchas empresas, puede ser una trampa mortal. Crecer implica con frecuencia invertir en bienes de capital como instalaciones, equipos o sistemas de información, y también requiere de mayores necesidades operativas de fondos, para financiar el circulante.
Una inversión que no aparece en el balance es la que se efectúa en recursos humanos, y es la que impulsa el crecimiento y determina su personalidad pública, pero la que puede tener un mayor grado de incertidumbre: cuando el empresario compra una máquina tiene una idea bastante aproximada de lo que obtendrá, pero cuando se contrata a una persona su comportamiento puede estar muy por encima, o muy por debajo, de las expectativas.
Adicionalmente, la inversión requiere de financiación. Esta puede venir de los socios, ya sea a través de beneficios no distribuidos o por nuevas aportaciones de capital, o bien por financiación exterior, normalmente bancos. La financiación externa lleva aparejada un compromiso de devolución detallado en un calendario preciso.El crecimiento implica aumentar la complejidad de la empresa; es necesario contratar nuevas personas, crear nuevos procesos de trabajo, tratar con nuevos clientes y proveedores y, en general, afrontar nuevos retos. Por último, y no es el menos importante, el crecimiento puede tener consecuencias sobre la calidad de vida del empresario.
Después de haber revisado brevemente los riesgos latentes en toda inversión, un empresario puede pensárselo dos veces antes de tomar la decisión de crecer. Pero es necesario tener en cuenta porque la mayoría de las empresas necesitan crecer.
El que una empresa no crezca puede dejarla en una posición muy comprometida. La siguiente lista enumera los riesgos que afronta la empresa que no crece:
Las empresas pequeñas tienen una baja productividad. Una alta productividad permite un uso más eficiente de los factores productivos, ya sea el trabajo o el capital. Una empresa con alta productividad puede vender productos con un coste unitario inferior que los competidores con menor productividad. Vendiéndolos al mismo precio, tendrá más beneficios. Y haciéndolo a un precio menor, venderá más.
Una empresa mayor puede permitirse disponer de colaboradores con conocimientos especializados cuyo trabajo le permite a una empresa aportar más valor añadido al mercado. Un ejemplo sencillo es una imprenta, que puede disponer de un equipo de diseño gráfico o no. La que dispone de diseñadores, puede ofrecer un servicio más completo y ofertar a un abanico más amplio de clientes. La que no dispone de ellos, puede perder pedidos ante competidores que sí los tengan.
Vender más, en empresas comerciales e industriales, implica comprar más. Y este hecho permite obtener mejores precios y condiciones de servicio. Para una empresa comercial que venda productos con poco margen de diferenciación, el crecimiento es un imperativo porque unas de sus principales ventajas competitivas es el precio de sus productos. Si la empresa no crece, pero sí que lo hace su competencia, estará acabará ofreciendo mejores precios al mercado.
Cuanta mayor diversidad de clientes, mayor es la seguridad de que las periódicas variaciones del flujo de pedidos serán menores. Una empresa que vende a un solo cliente puede tener que afrontar un conjunto específico de riesgos (reducción de la demanda, dificultades económicas de su cliente, abuso de la posición del cliente, cambio de interlocutor) que podría minimizar si vendiera, por ejemplo, a doscientos clientes.
Algunos empresarios industriales, de servicios o del sector primario (explotaciones agrícolas y ganaderas) pueden encontrar más fácil dedicarse a lo que mejor saben hacer y les gusta hacer (fabricar, servir, cultivar, cuidar) y dejar que su cliente les compre toda la producción. Corren un riesgo muy importante. En este tipo de casos el proceso de transición a servir a un mayor número de clientes es delicado, pero los resultados potenciales dan una mayor seguridad a la empresa.
Una empresa tiene sentido si satisface una necesidad del mercado. Atender esta necesidad mejor o de una forma más amplia es una palanca de crecimiento que otorgan a la empresa una facturación mayor sin tener que hacer un gran esfuerzo comercial. Adicionalmente, tiene un mayor control de su producto y un contacto más íntimo con su cliente, al que conocerá mejor y tendrá más posibilidades de fidelizar. El riesgo de no ampliar la oferta es que el producto de la empresa sea incluido en una oferta más general de un competidor, con lo que se aleja del mercado y su competidor pasa a ser su cliente, pero con márgenes menores.
Crecer pasa por frecuencia por vender a clientes nuevos, más o menos alejados del área de influencia previa de la empresa. Cuanta mayor diversidad de clientes tenga una empresa, esta estará menos expuesta a que los vaivenes del mercado le afecten seriamente. Exportar es una forma ideal de crear nuevos mercados. Si bien la empresa debe hacer un esfuerzo importante que afecta a la mayoría de los departamentos, el disponer de clientes que operan en otro entorno económico le da seguridad ante las crisis.
El crecimiento puede requerir financiación externa. Si el endeudamiento está controlado y lo que hace es proporcionar recursos a una operación rentable, puede ayudar a que la empresa gane mucho dinero. Una empresa de mayor tamaño y rentable tiene acceso no solo a buenas condiciones bancarias, sino también a un mejor asesoramiento y el acceso a una gama de servicios bancarios que le permiten reducir costes. El que una empresa sea poco relevante para los bancos provoca una mayor dificultad en obtener financiación y la necesidad de otorgar garantías personales por parte del empresario.
Hasta aquí hemos visto los riesgos de no crecer, y es fácil ver que superan los riesgos inherentes al crecimiento. Los siguientes artículos de la serie “crecimiento empresarial” analizarán todos los factores que influyen en el crecimiento, detallaran los retos que el empresario debe afrontar y ofrecerán una hoja de ruta para que la empresa crezca de forma rentable y equilibrada.