Todavía falta mucho para que podamos dar por finalizada la pandemia de COVID, sin embargo empiezan a evidenciarse síntomas que indican que el aspecto sanitario de la crisis está camino de solucionarse. El aspecto básico es el lanzamiento de diversas vacunas que evitarán que la población enferme.
El impacto que han tenido las medidas de salud pública sobre la sociedad y la economía han sido enormes. Ahora se espera que con el fin de la crisis sanitaria se produzca un fuerte crecimiento de la demanda, financiado en gran parte gracias al aumento que ha experimentado el ahorro de las familias desde el mes de marzo de 2020. También está planificado un incremento importante del gasto público, dedicado a inversiones, y financiado principalmente por la Unión Europea.
Las empresas deben decidir cómo afrontar el crecimiento que se espera a partir de ahora. Durante los meses de confinamiento han tenido que tomar decisiones difíciles, que han dejado en sus empresas cicatrices de diversa consideración: han perdido parte del personal, han cerrado líneas de negocio, han congelado inversiones a medio hacer, el endeudamiento ha crecido de forma desmesurada y algunos de sus clientes tienen graves problemas de viabilidad, por citar solo algunas.
El empresario, por naturaleza, es optimista. A pesar de los problemas mencionados, hará todo lo posible por reconstruir su empresa y volver a ofrecer sus bienes y servicios al mercado. La pregunta clave es qué tipo de estructuras debe crear. Han de ser estructuras que le permitan crecer, aumentar la rentabilidad y aprovechar un ciclo económico favorable. Pero debe hacerlo habiendo aprendido las lecciones que la pandemia de COVID nos ha enseñado a todos.
La particularidad del episodio que hemos vivido es su carácter global, su gran intensidad y su larga duración. Ha afectado al mismo tiempo a todo el mundo. Pero episodios parecidos han sucedido frecuentemente, produciendo impactos notables sobre el tejido empresarial, aunque a una escala geográfica o sectorial más reducida. Solo hay que recordar la crisis financiera del 2009. O la fuerte reducción en España del turismo ruso en 2015, provocado por las sanciones de la UE por la invasión de Crimea y la reducción del precio del petróleo. O el incremento de aranceles en 2019 para los productos agroalimentarios en el mercado estadounidense, provocado por los conflictos comerciales entre la UE y Estados Unidos. Fenómenos alejados de la empresa le han provocado fuertes efectos.
Volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad son las características que miden el nivel de turbulencia de un sector empresarial. Afortunadamente, casi todas las empresas operan en sectores económicos que no presentan las cuatro características.
El sector de actividad en el que se encuentra la empresa puede presentar una o varias de las siguientes características, las cuales se deben tener en cuenta en las decisiones estratégicas que tome el empresario. Éstas también pueden estar presentes en el entorno económico general.
Afortunadamente, los únicos sectores económicos que presentan todas estas características son los de las compañías aéreas y las petroleras. El resto de sectores únicamente sufre de algunos de ellos.
El empresario no es un adivino y nunca podrá prever los cambios que pueden producirse en un entorno turbulento, pero podrá estar preparado para adaptarse a estos. Las características descritas afectan a las variables del entorno empresarial, o a la propia empresa. El tipo de respuesta que la empresa debe adoptar ante la presencia de cada característica la tratamos en otra publicación de nuestro blog:¿Cómo debo afrontar entornos de crisis?